Raices
 


Carlos Arredondo,
Edimburgo end of June 2004
and end of August 2005

Nada me cuesta decir que mis sueños se acuestan conmigo
para no evadir las raíces que brotan, como tales diamantes negros,
en mis fantasías nocturnas.
En mis inspirados letargos melancólicos afloran y me hablan
las porfiadas añoranzas y yo, un lírico trovador principiante,
odio interrumpir mis engaños.

Allá tan lejos desde donde me encuentro,
quedó un corazón
zambullido,
escondido y tambaleante
atreviéndose y buscando,
preciosas raíces vegetales
que pudieran explicarme, sin demora,
¿Por qué yo? soy como soy.
¿Por qué yo? estoy , en el lugar en que estoy.
¿Por qué yo no fui ?
el que podría haber sido; ayer.
¿Por qué yo?, con mi sonrisa y mis 54 años
aun soy, como el sol alegre:
huevón y juguetón.

Soy, sin equivocarme, de Santiago de Chile.
Obligatoriamente de uno de tantos miles y
conocidos conventillos subterráneos
llorándole a la inmensa ciudad.
Aquí, en ellos, nacen sin contratiempo mis recuerdos o
secretas raíces que facilitaron, sin odio, mi camino para evocar en poesía y prosa lo que fui y lo que sería donde hoy vivo: un preciso y cuidadoso ciudadano edim-burgués.

Concluí que toda raíz literaria aunque sea imprecisa debe disfrutar de un nombre y yo, a este nombre, le adjudiqué una diminuta leyenda: contentos soplos de añoranzas.

Mi primera raíz fue mi cordón umbilical
atado y obligado a una Septembrina fecha y a una precisa mujer
de nombre Elsa.
Ella, con un mínimo destino atado a su cuello
no pudo
disfrutar, como muchos hubieran querido,
ni su vida ni la mía; y aquí estoy, hoy,
pensando en ella.

La segunda raíz es una variante de la primera.
Como la porfiada muerte quiso a mi madre por compañera
tuve que inventarme,
junto a un viudo triste con un hijo verdadero,
un segundo nacimiento.
Jorge y yo,
padre y niño, como pudimos,
sobrevivimos las tristezas
gracias
al buen aire que nos tendió,
por nuestras secas gargantas,
mi segunda y querida madre.

Hasta lo que yo se,
nunca sufrí de pena y
hasta lo que yo vi y oí;
nada de importancia sentimental
hubo entre Jorge y Clara: solamente una amistad
nacida de una entupida
tragedia humana.

La tercera raíz es el hogar, lugar circunstancial en la vida de un niño o simplemente manantial de ardores que forman los colores del alma.

En mi caso,
mi residencia fue
una modestísima y oscura pieza sin baño
en un afamado conventillo, un tembleque callejón sin salida
llamado a los cuatro vientos
Chiflón del Diabloooooooo.
A este diablo, por testarudez,
siempre le llamé por su verdadero nombre: Pasaje Santo Domingo. Temía la perdida de su dignidad
en la imaginación de sus magníficos chifloneros.


A la cuarta raíz se llega navegando azarosamente por mares impregnados de barrios populares y suburbios esenciales.

Crecí en los 50 y 60 jugando, llorando y cantando
entre las calles de Esperanza, Yungay y Mapocho
cerquita
una linea ferroviaria,
un río aburrido y la
Nueva Matucana. Herida profunda de un Santiago
desheredado,
descuidado y obrero y
guarida conocida
de un mítico personaje o pistolero
de mi infancia: El cholo bandido. Un sambo simpático o tal vez un mago
con dientes de oro.

La quinta raíz es la ciudad de Santiago.
Déjenme decir algo mas extenso de
la ciudad que provengo.
En Santiago me di cuenta que
el invierno y el trabajo es interminablemente para los pobres y
que lo caluroso en sus vidas
se pierde a través las rendijas de una odiosa sociedad.
Así, creo yo, cohabitan y copulan los cuerpos solidarios.

Aquí, en esta ciudad capital, nací y crecí
humedeciendo a la luz de su frugal pasado histórico
completa de rudos conquistadores coloniales
y recientes bombardeos aéreos.
A todo esto preferí no ignorar nada.
Ni a la cordillera de los Andes,
ni al paso distinguido de los intelectuales
chilenos por el paseo ahumada ni,
los pilotos de los aviones de guerra
de la Fuerza Aérea de Chile tirando,
con criminales impulsos,
cáusticas bombas sobre las casas humildes en el año 1973 ni,
los soldados arengados para matar Allendistas.

Aquí estoy, y como ayer,
contemplando, cavilando junto a los fragmentos
de mis recuerdos,
los remotos basurales reposando cruelmente
en los bancos del río Mapocho
nutriendo animales y
las desgracias de
los honoríficos habitantes
de la Nueva Matucana.

Por las re-chucha!! Mierda.
Dejadme
hurgar donde el que tiene mucho
no se atreve a mirar.
Dejadme decir
que los cerros santiaguinos,
La Quinta Normal,
El cerro Blanco
El Estadio Nacional
como la Vega Central
son chicha de mis costillas y que
la cuidad de Santiago está construida desde el pecho de mi niñez
hasta los cimientos roídos de la tradicional Plaza del Roto.
Yo fui roto chileno carajo! y ahora y después
soy roto Edim-burgués.

Las calles de Matucana y San Pablo fueron mis lugares de compras y fructíferos nidos de bailes a las sombras de parroquias e iglesias necesarias con dos curas inolvidables: el cura Marchant y don Fernando Aristía que allí, en su solitaria sacristía, planeaba, con su única voluntad, la defensa de la libertad y los derechos humanos de los miles de perseguidos políticos al tiempo de Pinochet.

La próximas raíces son cepas indestructibles: la indeleble infancia y la juventud. Marcan mi tiempo.
No el de ahora, pero el de siempre.
Aquel importante 'amor' que:
sin atreverse a besarse
ni a rasguñarse,
comenzó a cultivar con frenesí la savia de la vida
en los lechos de tantas muertes inútiles.
De aquí entonces
vienen aprendidos,
muchos de mis gestos,
mis modales,
mi educación, mi visión de la vida y mi lenguaje
peculiar en este gran soplo de nostalgia.

Nunca he sabido por qué el silbido del viento aprovecha su fuerza
para quemarme mis oídos con pormenores, que al menos yo, nunca descuido. Por el oxígeno de las raíces, entiendo que hay esencias que arden fuerte y uno, que casi de siempre vive lejos, teme arrinconarlas en un baúl de abandono y yo, que todavía duermo contento con mi esposa, sueño con los fantásticos ruidos de la lluvia santiaguina derrumbando los infortunados tejados de las poblaciones callampas. Mantos viejos o fonolitas negras hechas con un hediondo alquitrán.

La raíz siguiente sigue atada como una esclava a mis trastornos emocionales. Aquí solo distingo caras, colores, formas, maneras de ser
y las experiencias de todos aquellos que me dieron el placer de conocerlos como ilustres amigos.

Todos, yo, como Ivan, Perico y José somos de allí,
cerquita de nuestras pasiones.
Todos,
jugando al fútbol
en compañía de nuestros apodos:
El Gallina, el chocolate, el pelao Orrego
el gringo, el Congo,
el avión, el pirulo,
el lija, el pilla la bala, el Nancho, el ñaja ñaja
el pelucón, el guatón Naranjo, El guatón Olate
El chico Mote, El Chico Miguel, el flaco, la negra
El negro José, el cabezón, el chueco Anselmo
Y hasta de el huevas con sueños me acuerdo
todos
jugueteando, gritando, peleando, cantando, hueveando, bailando, culiando, trabajando, llorando y sufriendo por nuestros honrosos clubes deportivos:
El Unidos Venceremos,
El Grupo Móvil,
El Ciclón Esperanza
El Real Madrid
Y cerca,
muy cerca,
El Union Herrera y el Vizcaya de la calle Libertad cerquita de mi escuelista primaria: Escuela Alemana numero 16 junto al respetado recuerdo de "mi" señorita Gladys Mendoza, mi maestra de primero, segundo y tercero básico.

La ultima raíz que alimenta mi imaginación Edim-burguésa es una apetitosa ensalada cultural y social que revindica con cariño mi afección por la medula de mi primera existencia. Soplos de añoranzas para alimentar lo que aun no se prohíbe:

El Frontón y las Cachas Grandes fueron, para mi y para otros, entretenidos lugares de perezas y bailes inolvidables con buenos bailarines, matones y cuchillos largos. Germenes de sillitazos indiscriminados, risibles cachuzasos y mortales chuzasos y cortaplumazos.

Son los patos malos, la posta tres,
los choros, los monreros, los cuenteros,
el San Juan de Dios,
los escaperos, los pacos
la Juanita.
¿los tiras?
no huevón son los ratis.
¿Vamos a las putas de Maipú?
No gracias. No me entretienen.
( te acordaiii unas de las casas está administrada por la Chela Santibáñez
y su famoso tajo en la cara.) Es la guatona,
es la cabrona
La Chiflonera.
las micros tropezones
y corrase pa' atrás
las minas encachadas
los pitutos,
y los patudos.

Son las pichangas,
y arranca hueooonnn
que vienen las vacas!,
y que etaaa temblando!!!,
que vamos al Minerva,
que vamos al Colon. "En el O'Higgins están dando una de jovencitos",
Que pago yo,
que pagas tu,
Que el Colo Colo ganó
y el 'cua cua' metió el gol,
que son los pelusas y los cabros culliaooooos,
El Toni Caluga. Buena persona
Toñito que llegó hasta sexto de preparatoria,
estoiii pololeando,
estaii hueveando,
tengo un pololito y lo comienzo mañana.
Que este otro está en la peni,
que aquel terminó en cana,
que no soy roteque,
salió como cuete. Andate a la chucha!
El pelao del Planchón
Paco el de los letreros.

Que eso es un cortaplumazo,
que estotro es un cogoteo,
que ese de allá es un concha-de su madre,
la otra una vieja hueooona
es la Monona
y que esta está buenonona
¿mijitaaa rica la acompañoooo?
que hay elecciones,
y yo por quién cresta voto. Tiene buen poto.
Es una señorita.
Es muy educado. No dice garabatos.
Que vieja sapa venía en la micro
Caché al tiro y como ¿estaiii huevoon ?
y lukea, que las pantrucas,
que los porotos y los completos
que el tango, y las micros Av Matta
que los boleros y las rancheras
"nunca este otro le vio el ojo a la papa"
Bailemos
cha cha cha, Rock and Roll
Lucho Gatica,
El Pituco
Luís Alberto Martinez
No soy cebollero.
Cierto un caballero.

Me encanta mi lenguaje. Tiene que ver conmigo, mi barrio y
la bulla de mis calles con los suplementeros, y los carretoneros de feria y de la Vega como mi " nene" mitad hermano, mitad amigo: Ernesto Segundo Almazán: El Ojos Verdes, El Duraznero. Único y distinguido rey de la calle Lastra en la Vega Central.

No seaii choro, no viiis
que le hicieron la cama
Me aserrucharon el piso.
Que a zutano le ponen el gorro
que a mengano se le caen las trenzas
que mi amigo es un ladrón pero no de mis bolsillos.
Tanta preocupación por el alcoholismo militante.
Tanta religión para tanta gente ignorante.
Dame una gamba, te doy una luca,
Mi Condoritooooooooooooooooooooooo
El llanero Solitario, La pequeña Lulu
Los zapatos rotos y las alpargatas.
Vamos a los Buenos Muchachos…
Y no te hagaii el huevón.

Lo dicho son sonsonetes netos y reveladores de una sabiduría popular
en busca de sus cimientos maternales.
Son cosas de borrachera según dicen, que a uno como yo, desde siempre lo alegran y lo conmueven porque lo alejan de las convenciones, manierismos y los llamados: 'cursi al peo'
propio de los chilenos arrivistas o desintegrados culturales cegados
por una capa de ignorancia. Yo poco tengo que ver con esto.

Y de este entretenido y verdadero jardín publicitario que hecho de mis saboreadas raíces no conservo una pizca de rencores.

 

 
© Carlos Arredondo 2007