Carlos Arredondo, Carlos, Arredondo, Chile, Scotland, music, poetry, culture, Latin America  
 


CONVENTILLOS

Edimburgo, final de Agosto 2005  
                     

Historia
En la precisa sencillez de la pobreza se desenvolvían, con desvergonzada  honradez, los conventillos: en antaño progresivas propuestas urbanísticas para los mas pobres y los venidos a Santiago desde las zonas rurales del norte y sur del país. A los conventillos, los recuerdo, ni más ni menos, como desdichadas y tembleques arquitecturas cuyo asidero era un simple pretexto habitacional para que muchos vivieran mal como lo hacen los animales en los potreros.

Como eran:
Un conventillo estilo calle Vivazeta o calle Esperanza, en los años  treinta cuarenta y cincuenta propone una estrecha entrada colegada a una distribución de piezas moldeadas alrededor de imperfectos patios rectangulares con un insigne lavadero en el centro y unos antihigiénicos  “waterers”  ubicados en la parte opuesta a la entrada. El lavadero, una alteza arrimada a un pilón de agua, no es solo una  solución matemática o estética para el problema del lavado de cuerpos o ropa sucia si no que, un foco social importante para que sus habitantes pudieran comentar los inusitados chismes cotidianos a modo de “conventilleos” tan útiles para despertar pasiones criminales, cultivar amistades o llorar a los amores imperfectos.

Sentimientos
Un vericueto inerme  repercute hoy en mis sentimientos  que me  permite narrar, sin hosquedades y fatigas, en la estreches de mis pantalones, como estas viejas y hediondas construcciones, hecha de ladrillos, barro y madera lograron en su podredumbre resistir con buen animo el pito de mi elaborada presunción de buen conocedor de conventillos.
El mío fue como el de muchos: un insólito reino hecho de mohosos clavos, tornillos sueltos, bisagras chillonas, roperos rotos, cómodas desteñidas, bacinicas abolladas y destartaladas sillas que es cuanto me recuerdo de las mañanas: aquellas de los  despertares lacrimosos. Los conventillos chilenos, con sus frágiles y mortales arañas de rincón y vinchucas agresivas, fueron como en Buenos Aires, sin los inmigrantes extranjeros o el tango entremedio, una extraordinaria experiencia de vida revoloteándole a la gran cuidad. 

Pobreza extrema
Como los chistes de Don-otto, tanta gente trabajadora, y de múltiples oficios, vivían desde siempre en dolorosas disputas territoriales con las aguerridas y desfachatadas garrapatas: pulgas, chinches y piojos que privados de sangre humana riñianse al milímetro los perfectos orificios algodoneros de los cojines y los colchones cual albañil y carpintero hubiera ahí mismo, puesto su clavo para tapar el agujero de un ratón pordiosero. Vía libre entonces a los insectos emigrantes en busca de animales rebosantes de pelos domésticos como cual niño les ofrece sus tiesas mechas negras de recipiente.

La Muerte
Después de haber visto tanto alcoholismo y haber sido participe de  tantos velorios y lloradas despedidas no me queda mas que recordar con mucha gana los conventillos y las eternas carrozas negras depositarias de dolores tan fuerte como ver, cuando se es niño, un cuerpo humano sin vida.

 
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