Carlos
Arredondo's Fabula |
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A Better Understanding of Latin America |
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Recibí las fotografías con mucha alegría y al hacerlo fui descubriendo ese pasado que ha estado por muchos años al centro de mi existencia. El pasado, cualquiera hubiese sido, me dije, es para revivirlo y no es para olvidarlo. Carloncho, dijo el flaco, el barrio ha cambiado mucho. Sin embargo, los algo decrépitos edificios y rincones donde pasé mi feliz niñez y gran parte de juventud todavía están aferrándose a sus dioses y a la vida. Esperan mi regreso antes que una endemoniada maquina les pase por encima de su historia. Disfruté
la calle Esperanza, sus cités y sus casas empotradas adentro. En
este entorno imaginé, en un dos por tres, mi presencia de ser niño
y adulto a la vez. Recordé mis inocencias y mis bobadas, mis alegrías
y mis dolencias. Desenterré mis sueños y mis rincones secretos.
Me vi con mis pelos parao jugando a las bolitas y al futbol callejero
con tantos amigos. Vi mis padres y los de mis amigos y amigas. Vi los
ojos contentos de los enamorados y sus pololeos. Vi los curaditos con
sus energías, sus perezas y escuchando sus chuchadas contra el
orden establecido. Vi las manos abiertas de los múltiplos oficios
de la gente. Vi las iglesias de la calle: una católica y la otra
protestante. En la primera ayudaba yo la misa. En la segunda vivía
mi amigo futbolero Luchito. En la iglesia Católica de Yungay y
Esperanza vi con cierto escalofrío los escaños donde un
día muy lejano de mi niñez caí, no muy graciosamente,
desde lo alto donde me había encaramado para observar el panorama
de la vida. En las fotografías me vi pajareando con un membrillo en la mano por la calle Yungay hacia la escuela Alemana número 16 en la calle Libertad donde estaría esperando a sus alumnos mi señorita Gladis Mendoza. En mi camino a la escuela pasaría por la casa donde vivía el Cua Cua Hormazábal maravilla Colócolina y hermano de mi amigo el Chaucha que en paz descanse. En este camino hacia la escuela pasaba por el pasaje Baltra y al hacerlo lo hacia por frente de la casa donde vivía Mauricio Jean Carrasco Valdivia, joven de lindos ojos azules quien me enseño a tocar en la guitarra la canción Al Pasar esa Edad. Nelson no solo fotografió las montañas andinas que vigilan las mañanas Santiaguinas y algunos rincones adicionales de la ciudad sino que fotografió a Tereza Rodriguez amiga de mi infancia y hermana de Rolando que junto a Mauricio Jean fueron cruelmente asesinados por la dictadura de Pinochet por defender la libertad del Chile de mis nostalgias. Muchas
gracias flaco! por tu trabajo. Te pasaste. |
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©
Carlos Arredondo 2007 |